En nuestras congregaciones se necesita imperiosamente que haya mujeres y hombres de Dios entrenados que ayuden a enseñar a otros las verdades del Evangelio.
Si queremos dedicarnos a la predicación, la enseñanza, la ministración espiritual de consejería y cuidado pastoral, es mucho mejor si apartamos un par de años de nuestra vida y nos concentramos en los estudios teológicos.